viernes, 1 de mayo de 2009

Sierra de Gredos, un paraiso de granito

Pues aquí estamos otra vez contando más batallitas, y compartiéndolas con todo aquel apasionado de la montaña que quiera leerlas.

Esta aventura tiene ya un tiempecillo. Fue el 25 de Septiembre de 2008, segunda escapada en solitario y tercera a Gredos. El mes anterior, en agosto, fui con un par de amigos pero cerca de la cima del Almanzor a la altura del cuchillar de Ballesteros nos tuvimos que dar la vuelta debido a un tormenta estival de aires apocalípticos que me hacían darle cierta credibilidad científica al arca de Noé, puesto que poco nos falto para salir nadando de lo que llovió, y la tuvimos que pasar refugiados al escaso abrigo de una roca apretados los tres bajo una manta térmica.

Ahora, repleto de entusiasmo y de energía como siempre que parto hacia la aventura, me disponía a conquistar la cima del Almanzor de nuevo. Ya que la primera fue en 2002 cuando tenía 14 años y era un chavalín, y tocaba renovar después de 6 años que los recuerdos empezaban a ser borrosos.

Así que introduzco el CD de Metallica "Black Album" en la radio del coche, (que empieza a ser un ritual el escucharlo siempre que me voy por ahí) y carretera y manta hasta Hoyos del Espino, para finalmente dirigirme a la plataforma.

Comienza la aventura.

Tras un tranquilo viaje dejando fluir los pensamientos y la imaginación, enseguida me planto en Mombeltrán, y parada obligada en el mirador que hay con unas hermosas vistas al valle.




Ya al bajarse del coche se puede percibir el olor frio y cargado de matices de la montaña. Nada que ver con el aire contaminado y cargado de alérgenos que hay en Madrid. Esto solo hace que me impaciente más jeje.

Continuo y ya por fin, la plataforma. Parece que fue ayer cuando me vine con Marta y con Álvaro a intentar subir al Almanzor.




Parece ser que la fortuna esta vez me sonríe, porque cuando llegué había terminado de caer otra tormenta bíblica, y los pocos senderistas que me encontré me dijeron que se habían dado la vuelta empapados.

Mientras me equipaba, un par de Huskies de un pastor o un porteador de material para los refugios vinieron a saludarme, eran enormes pero bastante cariñosos.




Ya listo y habiendo calentado, ahora tocaba ponerse en marcha, que aunque no me desagradaba la idea de una marcha nocturna, la verdad es que prefería ahorrarme el caminar de noche.

Cuando llegué al puente que cruza un pequeño arroyo, empezó a ponerse el sol. No podía perderme tal paisaje así que me paré a picar algo y a disfrutar de lo que veía en medio de un profundo silencio.




Ahora de noche no podía hacer más fotos porque mi cámara no era muy buena (actualmente ahora tengo otra mejor, una Canon Ixus 870 IS en vez de mi vieja Sony DSC-P10 que murió despeñada haciendo la vía ferrata del Sorrosal, que en paz descanse...). Así que al no haber factores que me distrajeran, puse el turbo y en una hora y media incluyendo paradas me planté en el refugio Elola (1950m). Se nota cuando hay ganas.

Mi intención no era dormir en él si no hacer vivac con una funda de Gore-Tex para el saco de dormir. Pero quería cenar calentito en su comedor y juntarme con los demás compañeros unidos por la pasión que desatan las montañas, porque deporte se queda corto.

Por cierto, este refugio para mi tiene algo especial. Serán las vistas desde su ventana, el calor que emana la gente y el propio edificio, o los posters y fotos que pueblan sus paredes que con sus imágenes te cuentan mil y una historias que te hacen acercarte más y más al Himalaya o a las grandes escaladas, de forma que lo ves como algo más cercano y real que una simple imagen de algo que nunca podrás ver en persona. Sin olvidar también el antiguo material que está expuesto y que sin duda hace que se merezcan todo mi respeto los precursores del alpinismo en España, en esa ahora remota edad de oro que fue 1950-1970.

Después de una agradable cena con una parejita de manchegos (en la que todo el mundo decía que él se parecía a Jesús Calleja) y un grupo de andaluces muy simpáticos, cogí los trastos de dormir y me fui en busca de una confortable cama de césped.




Una vez encontrado mi hotel, nada como meterse en el saco calentito y poder dormirse contemplando un manto de estrellas. Aquí lejos de la ciudad al no haber contaminación lumínica las estrellas brillan mucho más, y la luna ilumina tanto como el mismo sol dibujando unas figuras increíbles que proyectan unas sombras muy curiosas entre las agujas. Lástima que sea miope y me tuve que quitar las lentillas, si no hubiera seguido contemplando el paisaje celeste, pero no quería correr el riesgo de que se me dañaran las gafas al dormir con ellas puestas.

Cuando me dormí, al rato me despertó de mis sueños un ruido raro. Vi dos puntitos azules cerca de mí que a priori me pegaron un buen susto, pero que seguidamente paso a ser buen cabreo al ver que esos ojos se estaban llevando mi mochila. Así que me puse a vociferar en lenguas vernáculas y ese animal se quedo sin botín. El puñetero bicho me había roto el protector de lluvia de la mochila (que menos mal que lo puse, si no me deja sin macuto), en fin, aceptémoslo estoicamente que son cosas que pasan. Después de todo es su medio y su hogar, y soy yo el intruso.

Previniendo futuros ataques nocturnos de depredadores de mochilas, lo guarde todo y me fui al refugio. Vaya forma de cortarme el rollo, pero por lo menos había un encargado de guardia despierto y me dijo que había una habitación libre. No hay mal que por bien no venga, ahora tengo una habitación entera para mí solo. Me dijo que había desde hacía no mucho, una camada de zorros que se dedicaban a saquear a los montañeros y que incluso a veces se colaban al refugio a por comida, que no sabían que hacer con ellos, hilarante la verdad. Me despedí de él y me fui a dormir.

Joder soy lo peor, siempre se me pegan las sabanas. Me hacen el favor de alojarme a las tres de la mañana, y me levanto a las diez cuando cierran las habitaciones a las nueve y media... recojo todo lo más rápido que puedo y me bajo a desayunar. Ahí por lo visto, la pareja de manchegos se va, porque la chica tiene unos dolores de cabeza muy fuertes (probablemente por mala aclimatación o mala hidratación, no son muchos metros 1950, pero se notan). Así que nos despedimos de ellos y me quedo con uno de los andaluces, que en principio iba a subir al Almanzor con ellos pero al quedarse sin compañeros me preguntó si no le importaba que fuéramos juntos. Por mi genial, esto es lo bonito de la montaña.

Mientras ascendíamos, me contó que vino aquí con unos amigos suyos y su hijo, que venía a hacer escalada clásica en Gredos pero que a él no le hacía mucha gracia ver a su hijo hacerlo por si le podía pasar algo.

Cuando llegamos al nevero perpetuo y probablemente en otros años antiguo glaciar, nos hicimos una fotillo para la posteridad.




Cuando estábamos a unos 100m de diferencia de altura respecto a la cumbre, pudimos ver a su hijo y a su amigo y primero de cordada escalando. ¿Los véis en la foto?




Viéndoles les deseaba mucho ánimo, a la vez que me daban no poca envidia. Pero había que continuar, así que seguimos ascendiendo hasta que llegamos a la portilla del crampón, y de ahí por la ruta de la izquierda (que hacíamos la ascensión clásica) y que pronto nos llevaría a los pasos más comprometidos y aéreos de la escalada al Almanzor. No sé si pasarán de IIº a IIIº grado en algun tramo, pero no son para tomárselos a broma, y menos con la de placas que hay de fallecidos recordando que las imprudencias, ya sea por inconsciencia o por sobreestimar las capacidades de uno mismo, se pagan.

El caso es que... ¡Por fin, Cumbre! 2592m según indica el vértice geodésico y confirma mi altímetro. Que vistas más hermosas.










Encontré un vivac en una segunda cima, y como no podía evitarlo me dirigí hacia él. Ya está, aquí me quedo a vivir. No será muy cómodo, pero es sin duda el ático con mejores vistas que se puede encontrar, y encima gratis. Estoy en paz con el universo sintiéndome uno con la naturaleza, ahora no hay problema alguno que me ronde la cabeza (estoy hecho un poeta). Y pendiente tengo volver a hacer vivac ahí, pero es un sitio muy expuesto y dependería mucho de las condiciones climáticas. Todo se verá.




Mientras disfrutaba de mi éxtasis, una nube se avecinaba a taparme el sol y de paso a recordarme que el tiempo es muy inestable y que no debo bajar la guardia. Así que bajo de la cima, y me encuentro que ya han terminado la escalada clásica y lo están celebrando. Me uno a ellos y les felicito, pero seguidamente dicen que se van a bajar, que si me uno a ellos. Yo me lo pienso, y finalmente decido que tengo pendiente subirme al cuerno del Almanzor y hacerme alguna cresta, que ahora que no hay nieve es más fácil. Me animan y me dicen que tenga cuidado, y luego se despiden. Ya nos veremos después.




Pena que no tenga más fotos pero ese es el cuerno del Almanzor, al que subí, y en el que antes de que viniera la niebla disfrute de una de las vistas más impresionantes de toda la serranía.




Pero alto, que hay que comer. Así que desenfundo los bártulos de papeo y me preparo un buen cocidito de litoral, que además así me quito peso jeje. Y mientras como, la niebla me envuelve en su manto y yo me dejo arropar indiferente mientras lleno el estomago.




Una vez con las pilas recargadas toca tomar decisiones, ¿Derecha camino del cuchillar de Ballesteros? ¿O izquierda camino del cuchillar de las navajas hacia el Casquerazo? Pues los dos, ea. Así que primero voy al Casquerazo, y luego ya veremos.

Afortunadamente la niebla se disipa dejándome buenas vistas, de no haber sido así no hubiera sido prudente meterse en tramos expuestos, y puedo continuar. Como llevo mi macuto de 60L, por muy vacio que lo lleve sigue siendo un trasto que me estorba. Así que lo dejo en una repisa con cierta desconfianza por cabras o zorros hambrientos, pero bueno.

Así que a escalar un poco toca, con muchísima atención porque vamos solos y sin equipo de seguridad, que pese a que no son tramos muy complicados, un resbalón y te vas al otro barrio, el cual no tengo interés de conocer.

Poco a poco me voy alejando y llego a otro vivac, esto debe de estar cerca de la portilla de los machos, otro buen sitio para dormir. Y cuando me doy la vuelta veo que he dejado bastante atrás el Almanzor (y mi mochila).




Avanzo por las crestas y llego al Sagrao, continuo y creo llegar hasta el Casquerazo. Que no estoy del todo seguro si llegué o no puesto que dejé el mapa en la mochila.




Después de hacer algún que otro tramo muy expuesto a gatas con mucho cuidado y dejar a mi izquierda las vías que en invierno pueden tener cascadas de hielo, pensé que ya tocaba dar media vuelta si quería ir al cuchillar de Ballesteros. Otro día haré una circular por las crestas hasta llegar al Morezón y de ahí otra vez al Elola.

Cuando llego de nuevo a la cercanía del Almanzor, tardo un rato en localizar mi mochila. Ya me estaba acordando yo de la familia del zorro y toda su estirpe, pero menos mal que dí con ella. Realmente la escondí bien porque la repisa estaba difícilmente accesible y un poco expuesta.

Después de picotear algo, continuo por las otras crestas hasta inventarme una ruta de para llegar al cuchillar de Ballesteros y de ahí al Ameal de Pablo.




Pero cuando inicio el Cuchillar de Ballesteros no las tengo todas conmigo. No encuentro una vía de escalada sencilla y no me quiero arriesgar a subir. Como no tengo cuerda ni arnés, si hay tramos que fuesen muy peligrosos de destrepar, si no los pudiera salvar con un rappel me iba a quedar ahí atrapado. Si piensas subir a algún lugar, también hay que tener en cuenta que luego hay que bajar (y preferiblemente de una pieza). Así que para otro día. Lo mismo me sucedió a los pies del majestuoso Ameal de Pablo.

Continuo descendiendo por la ruta que en agosto intentamos y como me encuentro cansado, me pongo un poco de abrigo, pico algo, y me hecho una siestecita en una repisa que tiene casi mi forma y todo.

Cuando me despierto unos minutillos después muy recuperado, (nada como abrir los ojos y contemplar esas pedazo de vistas), continuo mi camino hasta el Elola. Donde me vuelvo a reunir con los amigos andaluces y nos contamos nuestras andanzas. La excursioncilla ha sido un éxito, y la he disfrutado muchísimo. Ahora toca cenar y dormir que mañana es el camino de vuelta.

De nuevo me pego a las sabanas y los andaluces se fueron. Lástima, me hubiera gustado despedirme de ellos, en su lugar me despido de mi habitación, de los encargados del refugio, y del refugio mismo.




Adiós Elola, pronto nos volveremos a ver dos meses más tarde en noviembre (donde haré mi primera ascensión al Almanzor invernal, y de nuevo con éxito).

Asi que otra vez en marcha. Disfrutando del paisaje, que en esta ocasión una confiada cabra típica de este lugar se deja fotografiar y parece que sonríe.




Debo continuar, pero antes me paro en la laguna a refrescarme un poco y a echar un último vistazo a un lugar que siempre va a quedar en mi memoria y mi corazón. Y sintiendo que en cuanto me ponga al volante voy a echarlo mucho de menos. No deja de ser bueno ya que, paradójicamente, dejar cosas pendientes implica mas tarde o más temprano tener que zanjarlas y rendirles cuenta. Y eso es lo que me gusta, tener que volver.




Sintiendo que ojala algún día, esos sueños se hagan realidad, y el paisaje sea en los Alpes, los Andes, o el Himalaya. Sintiendo quizás las mismas sensaciones que movieron a Bonatti, Messner, Hillary y otros tantos grandes alpinistas a cumplir con sus deseos que terminaron haciendo eco en la historia y en sus vidas. Sintiendo sobretodo, que estamos vivos.

4 comentarios:

CaballeroBlanco dijo...

Muy buena descripción, enhorabuena.

Wolf dijo...

Me alegra que te haya gustado, y gracias por dejar tu comentario. Ojalá pronto tenga más batallitas que contar.

¡Un saludo!.

Liber dijo...

Me ha encantado tus reportajes... espero con ansia mas...

Saludos!

Wolf dijo...

Muchas gracias por tu comentario Liber, me alegra que te guste leerme. Yo también espero con ansia poder irme por ahí, pero como sigo dependiendo de mi rodilla lesionada no hago más que posponer continuamente mis escapadas... a ver en Febrero.

Saludos!